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La cultura tóxica del sexo casual, una barrera para la liberación sexual femenina

enero 14, 2021

Mientras nos insertan en el microchip la fantasía de un amor al estilo de “The Notebook“, también tenemos que encarnar el estereotipo de chica “copada” y abierta a toda experiencia sexual, sin importar sus propios deseos. En este contexto contradictorio, ¿la cultura del sexo casual constituye una ventaja para concretar la emancipación sexual femenina?

Una grieta, según la cual existen mujeres “dignas” y chicas “fáciles”, separa en dos a la esfera de la sexualidad femenina. Cercadas de doble moral, las mujeres cargamos con la presión de una sociedad conservadora que etiqueta de “indecente” la expresión de nuestros deseos sexuales; mientras tanto, la presión de una cultura hipersexualizante nos impone que el “sex appeal” es un requisito para la apreciación social.

Entre estas contradicciones tan limitantes y, frecuentemente, sin acceso a una educación sexual integral, muchas chicas entran en contacto con la cultura del sexo casual o “hookup culture”. Si bien las libertades sexuales femeninas parecen ampliarse, contradictoriamente los prejuicios hacia las mujeres que participan de la cultura del sexo casual permanecen tan vigentes como de costumbre.

Por otro lado, mientras que los encuentros casuales se vuelven norma y el nivel de reconocimiento que recibimos de nuestro entorno depende de nuestro atractivo sexual, también nos enseña que el afecto, respeto y comunicación entre parejas sexuales se limitan a la esfera del casamiento y el noviazgo.

En consecuencia, interpretamos a los actos sexuales casuales como fenómenos aislados de nuestro mundo emocional. Las demostraciones de afecto y la comunicación de límites solo están permitidas en las relaciones monógamas.

A la par que nos imponen la búsqueda de un príncipe azul, el amor romántico y la decencia, también debemos materializar el estereotipo de chica “copada”, que no es emocionalmente “intensa” y siempre está dispuesta nuevas experiencias sexuales sin compromiso, incluso aunque no se tengan en cuenta sus deseos.

Por su parte, los hombres reciben el mandato de encarnar una figura masculina ideal que posee dinero, poder y muchas mujeres a su disposición. La sensibilidad, vulnerabilidad y compasión no tienen cabida en el imperativo masculino de agresividad, poder y dominación. Quienes no acudan al llamado de la masculinidad tóxica, reciben reprimendas de los demás.

Son dos caras de misma moneda patriarcal y ambos casos tienen en común una profunda necesidad humana: recibir validación social. Los hombres aprenden que vincularse con muchas chicas y nunca mostrarse vulnerables son cualidades que merecen el aplauso de sus pares; las chicas interiorizan que su valor depende de su atractivo ante el público masculino.

Paradójicamente, la comunicación y vulnerabilidad son requisitos fundamentales para establecer vínculos genuinos y tener una vida sexual satisfactoria. En ambos casos, se ven truncadas las posibilidades de establecer conexiones humanas auténticas y la profunda necesidad de ser tenidos en cuenta por nuestros pares nunca se ve satisfecha.

Las etiquetas son inútiles. Si bien la cultura del sexo ocasional posee varios aspectos que deben ser disputados, demonizar a los encuentros sin compromiso catalogándolos como “malos” limita las posibilidades de dialogo. El problema no es el sexo casual, sino la toxicidad que rodea a esta cultura.

Por eso, para cambiar las reglas de juego necesitamos conversar. En lugar de alentar a las mujeres desempeñar el mismo rol estereotipado de los “fuck boys”, negándose a toda comunicación y desligándose de sus responsabilidades afectivas, deberíamos enfocarnos en criticar y desaprender los aspectos dañinos del hookup culture.

Mientras que la cultura del sexo casual no esté basada en la comunicación y el consentimiento, la emancipación sexual femenina estará lejos. No solo se trata de aumentar el número “aceptable” de parejas y prácticas sexuales para las mujeres, sino de reivindicar el sexo deseado y sin presiones. Es importante aprender a decir sí, pero también es esencial poder decir no.

Lo personal es político y, en un contexto global que construye individuos nublados por el ego, no existe mayor acto revolucionario que la compasión, el cuidado y el afecto mutuo. Ser gentil y tener en cuenta las emociones de los demás también es punk.

 

 

Amor románticoMonogamiaOpiniónSexo casualSexualidad femenina
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Opinión

Agustina Vallena
Vivo por amor a los libros y perritos. Respiro gracias a la música y las pizzas. Soy militante feminista y una estudiante de Ciencias de la Comunicación dando sus primeros pasos como escritora.

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