Poblaciones segregadas y cubiertas con el manto de la indiferencia; bajo dichas características se reduce a las comunidades indígenas que, aparte de luchar contra el desamparo, también deben enfrentarse a crímenes de odio.

Comunidad Takuara’i, exigiendo la devolución de sus tierras
En febrero de 2019, Francisco López, un joven nativo perteneciente a la comunidad Takuara’i, se encontraba en las inmediaciones del Congreso Nacional junto a otras personas de su tribu, protestando por las injusticias hacia su etnia, hasta que dos balazos le arrancaron la vida y también el espíritu para seguir gritando sus exigencias. Los indígenas ya estaban hace cinco meses apostados en la Plaza de Armas, reclamando la devolución de sus tierras ancestrales en el distrito de Corpus Christi, departamento de Canindeyú, a pocos metros de la frontera con Brasil.
Frente a las constantes reivindicaciones realizadas durante su estadía en la plaza, una cruda y amarga indiferencia fue la única respuesta recibida y una riña desatada con un grupo del barrio de la Chacarita, que ocasionó la muerte de Francisco, terminaría por disminuir levemente sus reclamos. La Fiscalía abrió una investigación del caso, pero es necesario aclarar que el hecho sucedió frente a la Comandancia de la Policía Nacional y los guardias del Congreso, el Cabildo y la Catedral; nadie intervino porque, nuevamente, la indiferencia fue la máxima reacción.

Cruz en la Plaza de Armas, simbolizando muerte de Francisco.
Pasando a diciembre de 2019, se produjo el asesinato de otro nativo, quien casi quedó enterrado en el anonimato, si no fuese por las investigaciones que pudieron darle rostro y nombre. Se trataba de Lorenzo Arce, un joven indígena que vivía por las calles de Asunción y se desempeñaba como reciclador; las grabaciones muestran cómo el nativo se encontraba descansando en una caseta, luego un auto pasó frente suyo y el conductor disparó a quemarropa para después huir del lugar.
Analizando los hechos, la Fiscalía expresó que, teniendo en cuenta el proceder del conductor, no se descarta un crimen de odio, pues acabaron con la vida del nativo de una manera inhumana y cruel. Un crimen de odio se caracteriza por cualquier delito motivado por un sesgo o un prejuicio hacia la víctima, por su raza, nacionalidad, orientación sexual, género o creencia religiosa.
Por otra parte, en abril de 2020, tres indígenas fueron hallados muertos en un área donde, aparentemente, se trabajaba con la producción de marihuana. Los cuerpos fueron arrojados al lado de varios panes de cannabis y, de acuerdo a las declaraciones realizadas, un vehículo había abandonado el lugar de los hechos posterior a la muerte de los nativos.
“Queremos expresar nuestro absoluto repudio y denunciamos a las instituciones del Estado que debían estar trabajando para la protección y cuidado de los sectores más empobrecidos”, dice un comunicado del Consejo de Educación Popular de América Latina y el Caribe, manifestando su desprecio hacia la marginación, violación de derechos y asesinatos impunes cometidos en contra de comunidades indígenas, campesinas y otros sectores.
Sin embargo, los crímenes que obligan a reducir al olvido a los pueblos nativos siguen en segundo plano, completamente relegados y sin la mínima atención; ¿será una triste lápida, como la de Francisco López, o tener una muerte inadvertida, igual a la de Lorenzo Arce y los otros tres nativos, lo único capaz de recibir la población originaria?
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Qué buena definición hacia el racismo y la nula justicia con las etnias.